Una pata de elefante presiona mi pecho, no se va. Ahí está, fija, quita, presionando. Una sola.
Hoy... son ocho años desde que entraste a mi vida... se puede decir que
buscabas la salida desde hace seis, pero como un gato de casa, no me
atrevía a abrir la puerta y dejarte ir.
Siempre quise tener hijos... de pequeña quería doce... si, doce. Me
enteré cómo nacían y me dio algo de miedo, pero veía lo bien que le iba a mis tíos con seis y pensé que mejor sólo seis. Seis hijos quería...
después me di cuenta de lo caro y complicado que puede ser todo y me
conformé con la idea de tres. Tres hijos quería... después me di cuenta
que para mi sería muy complicado quedar embarazada y cada año que pasa y
cada mes que no me siento mujer, me pesa la idea de que no podré
tener ni uno... Uno.
Bien dicen que si amas a alguien hay que dejarlo en libertad... hace cuarenta y dos días abrí la puerta y decidiste no volver. Hace cuarenta y dos.
Busco distraerme con todo, con nada, con cualquiera... todo para no
pensar. Todo para no tener que ponerle palabras a lo que sucede. No
estoy lista para hablar, no estoy lista para aceptarlo, no estoy lista
para que esta sea mi realidad... pero es mi realidad. Todo.
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